jueves, 18 de abril de 2013

De nuestro Libro "Terror Nocturno"


El caso Ana, la hipnosis como herramienta:
         Ana es una persona muy agradable, activa, curiosa y de marcada inteligencia.
Está casada con un profesional y tiene una hija.
En Diciembre de 1986 vivió una extraña experiencia, para ella inexplicable.
Recuerda que una noche muy calurosa, despertó escuchando el silbido del viento, muy fuerte y persistente. Se dijo a sí misma que empezaba una tormenta y miró hacia la ventana de su habitación, que se encontraba abierta.
Se sorprendió al notar, a la luz de la calle, que las copas de los árboles no se movían, sin embargo, las cortinas de las ventanas flameaban hacia adentro. El hecho en sí resultaba más contradictorio aún, ya que dos aparatos de ventilación que estaban funcionando apuntaban hacia la ventana.
En ese momento su perrita también despertó y sin entrar en la habitación, comienza a gemir con aullidos lastimosos.
Ana percibió entonces que una “presencia” entraba en su cuarto. En unos segundos, comenzó a escuchar un jadeo que la paralizó. Estaba tendida boca abajo y su temor crecía a medida que el jadeo se acercaba haciéndose más fuerte junto a su oído. Su terror aumentaba y no podía extender la mano para encender la lámpara de noche.
Esa “presencia”, como ella la describe estaba detrás, a su espalda.
Se escuchó decir “Jesús, Jesús” ya desesperada.
Percibió claramente que quien la observaba y jadeaba a sus espaldas se retiraba, mientras el sonido que había persistido hasta ese momento cesaba con una especie de succión.
La perra entró en la habitación agitada y  aún gimiendo, pero ni su esposo, ni su hija se despertaron. Ana estaba bañada en sudor y aterrada, pero comprobó que los árboles de la calle seguían quietos y que su cortina tenía un leve movimiento hacia afuera.
Este es su relato según sus recuerdos conscientes; contaba en ese momento 36 años de edad.
Poco después de esta experiencia se produjeron episodios de telequinesis en su presencia. Concretamente, unos objetos decorativos sobre una repisa volaron literalmente sin ser tocados y la pileta del cuarto de baño, se desprendió de su pedestal cayendo al piso.
Este tipo de fenómeno paranormal puede atribuirse a un estado de estrés sufrido por la protagonista, al cual se suma luego una afección en la piel, de origen psicosomático.
Finalmente, en 1993, otra presencia, esta vez con especiales características, como un nombre y comunicación a nivel telepático, comenzó a manifestarse de manera regular.
Ana pensaba que estaba volviéndose loca cuando recurrió a nosotros.
De todos modos, quería llegar al fondo del asunto, quería descubrir todo lo posible con respecto a estas experiencias.
Decidimos con ella, entonces, realizar sesiones de hipnosis regresiva para explorar estas vivencias y extraer todo lo posible de ellas.
Nuestra impresión inicial, de todos modos, era que la protagonista sufría de algún tipo de alteraciones por cargas emocionales, conflictos familiares o personales, que condujeran a estas experiencias.
Pero no dejamos de contemplar el estar ante un caso de “visitante de dormitorio”, debido a las marcas y cicatrices que Ana presenta en su cuerpo, y algunas otras características que suelen darse en estos episodios, como por ejemplo un silbido agudo y sostenido en su oído derecho. Justamente, detrás del pabellón auricular derecho aparece muy clara, una cicatriz de 2 centímetros de largo, que desconocía nuestra testigo.
El silbido precedía a la supuesta aparición de la entidad en su dormitorio, estando ella despierta y muchas veces en otro lugar de la casa. Al concluir la experiencia, Ana eliminaba como tantos otros visitados, grandes cantidades de orina, varias veces durante la noche.
Además, dentro de la encuesta que realizáramos incluyendo las preguntas formuladas por la empresa encuestadora Roper, en EEUU, Ana integra  el grupo de posibles abducidos.
Con su consentimiento, comenzamos a explorar, entonces, sus experiencias a partir de su recuerdo consciente de esa noche de Diciembre de 1986.
Se reviven los recuerdos:
Primera sesión.-
         Después de inducir un estado modificado de conciencia en nuestra testigo, la llevamos a esa noche donde su recuerdo consciente la enfrentaba con una presencia desconocida en su cuarto.
He aquí el relato.
“Hace calor...
Estoy escuchando un viento. Qué suerte, viene una tormenta.
No. Es raro...  Los árboles no se mueven.
Los veo por la luz de la calle, no se mueven.
Pero las cortinas sí. Qué raro, hacia adentro.
Los turbos (ventiladores) apuntan a la ventana...
¡Dios mío, qué es eso!
¡Cómo entró! (Angustiada)".
Se le pide que describa lo que ve.
“Es como un hombre, pero tiene escafandra, casco, no sé.
Tengo miedo...viene, viene...”.
Se le vuelve a pedir que siga con la descripción del ser.
“Es bajo, muy bajo, como de un metro, así. Cabeza grande, o casco, no sé, con visor negro, o son los ojos. Es gris. Me da miedo...
La perra llora, fuerte. No entra”.
“¡Ay. ¡Está atrás mío! Me hace algo en la espalda, Yo lo siento...
Me dice algo, no entiendo, pero me dice algo”.
Se le pide que describa qué le hace en la espalda y con qué.
“Me pone algo con punta, lo hunde...me duele.
Es frío, me corta... ¡Ay! No... sigue... y escucho un jadeo”.
“Nadie se despierta,... la perra... ¡Ay! ¡Jesús, Jesús!...No me puedo mover...”.
“Ahora se va. Escucho el viento mas fuerte...No parece caminar. Hay un ruido, como una aspiradora. Se fue...desapareció con el ruido. La perra...entra y llora”.
Al volver al estado de vigilia, Ana dibujó al ser que percibió, según sus recuerdos en hipnosis. Se sorprendió de todo lo ocurrido ya que conscientemente, no había recordado toda la experiencia, que precisó como de 15 minutos de duración y mucho más aún, del ser.
Segunda sesión.-
         Esta segunda sesión de hipnosis fue realizada aproximadamente un mes después de la anterior.
En ella, comenzamos llevando a la testigo a la misma  noche de Diciembre de 1986, repitiendo en su relato las mismas vivencias.
Luego dimos la orden que recordara la primera vez que había visto al mismo ser.
Su relato:
“Estoy en el patio del colegio..., la maestra...”.
Preguntamos que edad tenía en ese momento.
“Seis años”. Se corta abruptamente. “Un hombre me viene a matar”. Lo dice temblando.
Se le pide que describa al hombre.
“Es muy bajito, es feo...tiene los ojos muy grandes y trae un cuchillo en la mano... (Llora), tengo miedo...”.
Calmándola, se le solicita que describa dónde se encuentra.
“En casa, en mi cama, ese hombre viene y quiere matarme”.
Se le pide que mire qué tiene el hombre en la mano y qué hace.
“Tiene un cuchillo... (Llora). Chiquito, puntiagudo. Me pincha en la barriga...me marca, con puntitos”.
“Dice que no tenga miedo, Yo le entiendo...dice que no me quiere matar. Mi papá...”. Larga pausa en el relato.
“Dice que va a volver”.
Preguntamos nuevamente que hace el hombre al introducir el cuchillo en su abdomen.
“Saca (pausa) tejido, dice que me extrae tejido. Yo lo veo, me saca algo”.
Al concluir la sesión y volver al estado de vigilia, Ana nos relata sus recuerdos de esa época.

Tenía mucho temor a la noche cuando se iba a dormir, por ese hombre que quería matarla. Recuerda que deseaba gritar pero no podía y que su hermana no se despertaba, ni se daba cuenta de la presencia de ese “individuo” en la habitación. Ella deseaba, recuerda con algunas sonrisas, que su padre la ayudara.
Recuerda las marcas persistentes en el abdomen, algunas de ellas, pueden verse aún hoy. También una hemorragia vaginal en esa etapa, que no dio comienzo a las menstruaciones normales.
Con respecto al “cuchillo” que portaba el visitante, pudo comprobar gracias a la hipnosis, que era en realidad una especie de bisturí, con el cual le extraía tejido, o punzaba el abdomen. Por supuesto, reaccionó que con respecto al ser, nunca quiso matarla.
Liliana Flotta
         




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